¡Ellos están invitados!

Que comience el espectáculo


En el principio, fue el verbo.

Y, a partir de ahí, todo empezó a joderse. Mi día a día emana verbos por todas partes, como una especie de gran fontana que, en vez de expulsar agua, expulsa cantidades ingentes de mediocridad.

El caso es que uno de los verbos que dominan mi día a día es más jodido que el resto de ellos. Algunos lo llaman "querer", otros "amar", otros "encoñarse", etc. El mismo burro con distinto pelaje.

¿Habéis estado enamorados en alguna ocasión? Es una sensación muy extraña. Primero conoces a la persona, y pueden ocurrir dos cosas: a) que, sólo con mirarla a los ojos, digas "es para mí"; b) que, con el paso del tiempo, vayas notando que tu estómago ruge de una forma sospechosa cuando esa persona está cerca de ti, y que (esto hay que comprobarlo, claro) no es debido al hambre.

Una vez analizado si somos vampiros o si realmente sentimos mariposillas en el vientre, pasamos a la segunda fase y, en parte, la que da más de sí: el juego inicial. Hay que conseguir saber si el otro te corresponde y, si lo hace, es MUY importante echarle el garfio antes de que se escape. Los romanos decían "verba volant, scripta manent" (las palabras vuelan, lo escrito permanece), pero yo lo cambiaría: "Amor volat, curre ad illem!" (el amor vuela, corre hacia él).

De todas maneras, la cosa suele acabar pronto si tienes menos de veinticinco años. Recientes estudios apuntan a una posible relación entre el hecho de poder tener el Carnet Jove y el hecho de no ser capaz de mantener una relación durante más de tres meses. Otros estudios relacionan esto último a un deseo persistente de sufrir.

En mi caso, el masoquismo está fuera de duda. Me he vuelto a enamorar de Marco, el sueño más lejano que jamás hubiese podido concebir y, a la vez, el más cercano. "Nunca te enamores de un amigo", dicen.

Y tienen toda la razón.

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