¡Ellos están invitados!

Sweet, sweet eighteen.

Una noche mágica, la de ayer. Te das cuenta de que va a ser una fiesta inolvidable mucho antes de que comience. Cuando te llama esa persona a la que no veías desde hace ya cuatro meses, y a la que has echado tanto de menos.

Qué lejos queda Andalucía.

Y, de repente, cambias tus planes para verla. Porque te mueres de ganas de hacerlo. Y quedáis en una calle que es tan tuya y que ahora os ve abrazaros, sonreír, volver a abrazaros. La vida es un continuo abrazarse y sonreír, para vosotros, esa noche.

En Titus, la discoteca en la que viviste tus primeras borracheras, a la que fuiste por primera vez, cuando apenas sabías lo que era todo aquello. En Titus culmina la celebración de un retorno, esporádico y adolescente. Pero un retorno, al fin y al cabo.

Nos veremos en Navidad, Aroa. Te quiero.

posdata: un placer haberte conocido, Álex; reitero lo dicho ayer sobre ti.

SiSi Do'Re' Re.

Nunca se me ha dado bien decir adiós.

Las despedidas no son lo mío: me cuesta mucho agitar la mano, así, como si no importara, y pasar página. Pasar página... Qué triste. Qué pena. Que inevitable y humano.

Escribo esto mientras escucho tu canción, versionada a piano. Pero, ¿es tu canción? Sé mucho de ti y apenas te conozco; y lloro, estoy llorando ahora mismo. No quiero dejar que te vayas y, sin embargo, no se me ocurre cómo puedo impedirlo.

Estas son mis líneas más tristes, las que hablan de algo más profundo aún que el amor. Cuando arrancan un árbol viejo, llora más la tierra que las raíces.

Y, sin embargo, no...

Ya no te oigo hablarme de cualquier cosa que te haya pasado durante el día. Ya no lees nada, no oyes nada, no dices nada. No estás ahí, ni aquí. No estás.

Y yo soy una melodía triste ahora, y canto en un susurro tres notas, que se repiten dos veces y luego caen. Soy Si Si Do' Re' Re'.

¿Dónde estás? ¿Dónde estabas?

Quién pudiera disolver su pena en las olas del mar.

Recuerdos.

Hace tiempo que no publico ningún poema en mi blog. Me parece fatal; al fin y al cabo, empecé a escribir poesía mucho antes de plantearme lo de la prosa, que es tan grande y comercial.

¡ESPERAD, ESPERAD!

Sé que al leer "poema" la mitad de los que me leáis habréis pensado "joder, menudo tostón..." mientras vuestra manita derecha, tan inocente y casta, deslizaba el cursor hacia la cruz temida: cerrar ventana ya; y que la otra mitad habréis intentado seguir leyendo y habréis llegado a "prosa", y entonces vuestro cursor habrá hecho el mismo recorrido ascendente por la pantalla, pensando: "madre mía, hoy le ha dado por ponerse trascendental".

¡PERO NO!

No es que me haya puesto trascendental, es que de tanto en tanto me apetece enseñaros algunos de los versos que escribo; no sé, enseñaros algo un poco más personal. Y punto.

(1 de agosto de 2009)

No te asustes.
Te quiero
porque se me hace fácil quererte,
y eso es todo lo que debe
preocuparte.

No te enfades.
Si te he mentido ha sido
por cobardía,
por el puro deseo
de que no te alejases.

No te marches.
Te quiero porque,
al tocarte,
noto que me arden los dedos
y tú no lo sabes.

Y ahora te lo cuento
para que tú no te asustes
si te digo que te quiero,
ni te enfades
si, a veces, callo y te alejo,
ni te marches
en un intento de no hacerme daño.

Porque soy feliz así,
sabiendo que quieres a otro
y que no estás triste
y que,
si en el pasado me quisiste,
ahora queda la amistad.

Sólo te pido que no te asustes
ni te enfades
ni te vayas de mi lado
cuando te acaricie,

porque voy a quererte
hasta quedarme sin manos.

Una sonrisa diferente



Un final feliz.

Todo el mundo necesita uno, en algún momento de su vida; estoy seguro.

En mi caso creo que puedo afirmar, sin temor a equivocarme -y eso es decir mucho-, que los finales, en general, y los finales felices, en particular, han brillado por su ausencia en mi vida. Ese deseo patológico de finalizar las cosas, y la frustración que pateaba mi estómago cada vez que esas cosas se quedaban a medias, son en gran parte el resumen de mi adolescencia.

Es... Como cuando estás escuchando tu CD favorito, y el reproductor se queda sin pilas; o como cuando estás a punto de llegar al clímax sexual, y oyes cómo suena tu móvil porque algún individuo cruelmente inconsciente ha decidido joderte.

Sí, todos conocemos bien la parte teórica del asunto: nosotros somos dueños de nuestros actos y somos esclavos de sus consecuencias; nosotros somos quienes decidimos cuándo comienza algo y quienes lloramos al entender que ha llegado el final.

Sin embargo, la práctica es muy diferente: vivimos rodeados de personas que toman decisiones continuamente,y sus voluntades pesan más que cualquier título de propiedad teórica que nosotros podamos alegar en nuestra defensa. No sabemos, la mayoría de las veces, cuándo empezó realmente a torcerse todo y se convirtió en una tortura diaria; más bien nos resistimos a investigar mucho, por miedo a que nuestros descubrimientos nos provoquen un daño aún mayor.

Sin duda, puedo decir que no sé casi nada de mi vida, en realidad, porque sólo he podido disfrutar del placer de oír, ver y callar; incluso me atrevería a decir que el resto de mis días va a funcionar con la misma mecánica.

Y, a pesar de todo, hoy sonrío al pensar que, si bien no he podido disfrutar aún de un "fin del cuento" escrito por mí, sí que puedo sonreír abiertamente:

-Éste será mi comienzo feliz.

Tan sólo Víctor

El secreto para la felicidad.

Con una primera frase así, tan rimbombante e inmensa, debería comenzar ahora a enumerar los ingredientes; pero lo cierto es que me producen arcadas los textos de "échale una cucharadita de sonrisas, medio kilo de amistad.." y un par de hostias bien dadas, me gustaría añadirle.

Dejémonos de ñoñadas. Ahora estoy contento, me siento bien conmigo mismo, y eso no se debe a que me haya drogado hasta el punto de escribir sobre cucharadas de amor; se debe a que he encontrado unos nuevos objetivos, y que estos nuevos objetivos me gustan.

Algunos os preguntaréis por qué soy tan inestable, y si eso es bueno para mi salud. Para ser sinceros, no tengo ni la más remota idea de por qué soy como soy. "Mi madre me hizo así" sería lo más cercano a la verdad.

No lo sé, y no es que me importe mucho, tampoco. Vivo cada instante de mi vida con la intensidad necesaria para escuchar una canción y, después, llorar o reír. Sí, la música me calma, como a las fieras. Me tranquiliza porque me hace sacar lo que llevo dentro, sea positivo o negativo. Por eso me resulta muy difícil escribir si estoy en total silencio.

En general, esta última semana ha sido muy intensa. He llorado mucho el lunes, me he calmado el martes, he sonreído el miércoles y he mirado hacia adelante el resto de los días.

Hoy alzo la vista al cielo, en esta mañana otoñal que me hiela los ojos. Las nubes lo cubren todo... O casi todo.

A ver qué tal va esta semana.

Más allá del estereotipo, por favor.



La gente creía conocer al cowboy solitario. Veían carteles con su cara por todo el pueblo, en la calle principal, en el Saloon. Por todas partes se explicaban rumores acerca de sus hazañas, de cómo había matado a cinco hombres con un solo disparo. El cowboy solitario era toda una leyenda.

Sin embargo, nadie se preguntó jamás por qué nunca se veía sonreír a aquel hombre que iba más rápido que el viento a lomos de su caballo; por qué nunca paraba en ninguna ciudad más de un par de días; por qué, por qué, por qué.

Todos sabían que él era así, porque sí.

Un día, alguien abrió los ojos por primera vez, y le pareció ver en los ojos de aquel cowboy mítico una sombra de tristeza. Fue un espasmo, un escalofrío, un chasqueo de dedos. En un segundo, ya no había nada. No obstante, ese alguien supo que el cowboy no era una leyenda.

Que, más allá de los carteles con su imagen, de las historias inventadas, de los cuentos, de las habladurías; que, más allá de toda esa mierda, existía un ser al que nadie nunca había preguntado "¿quién eres?", o...

"¿Por qué?"

Mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa.



Ayer, una de las mujeres más guapas -e inteligentes a la vez- que he conocido en mi vida me dejó las cosas claras por teléfono. A mí, al cabezota que prefiere darse golpes contra un muro antes que reconocer que tiene que rendirse ya. La escuché, entendí lo que me decía y que me lo decía con todo su cariño, para que dejase de hacerme daño a mí mismo.

La escuché como si nadie antes me hubiese hablado; como si todos los consejos anteriores no hubiesen existido. Yo quise escucharla, y por fin me di cuenta de los errores cometidos más allá del drama acuático habitual.

Está decidido: hablaré por primera vez. Dejaré las cosas claras con mi pasado reciente y cerraré, por fin, un capítulo largo y, quizás, el más intenso de mi vida.

Le diré adiós a Marco y hola a Sergio.

Tous les visages de l'amour



Si, simplemente, alguien me diera un manual de instrucciones.

Si alguien me señalase la página 1 y luego dijera, a media voz: "El secreto para la felicidad... Primer paso". Yo dejaría de darme golpes contra la pared, por primera vez después de diez meses, y me daría la vuelta y haría caso del camino marcado.

Habría amado ya suficiente, habría sufrido bastante. Avanzaría con paso firme, y me dirigiría a un punto concreto en el horizonte, ahora menos lejano y amenazante. Ya no temería a unas manos que tocasen el piano, ni huiría de unos dedos que buscasen mi piel y la acariciasen, o de un pecho desnudo en el que apoyarme y sentir que el tiempo no avanza.

Ya no, porque tendría un objetivo claro al fin si, simplemente, alguien me diera un manual de instrucciones.

...

El cielo se ha ido

ya nada importa.

Back to the beginnings

Hay una atracción, que es fatal o es perfecta. La noto. La noté.

Quizás no la note más.

Pero hoy está ahí, y anoche estuvo. A pesar de todo las cosas, por lo que se ve, tienen que ser más complicadas de lo necesario. La verdad no está en las palabras, aun así. Todo lo que puedas decirme lo he argumentado en mi mente cientos de veces para defenderte de mí mismo; todo lo que yo pueda decirte nunca expresará el total de la historia, de nuestra historia.

La verdad está en tu pecho, en tu cuello, en tus sienes. En ese latido que noto cuando te recorro con mis dedos, como el caminante que, volviendo a casa, juega en los campos de trigo y se ríe solo, porque se sabe protegido, seguro. Eres mi campo de trigo, mi casa y mi camino.

A veces supongo. Otras pienso, otras creo y algunas incluso afirmo. Ahora mismo no sé qué hacer. El surrealismo de este momento me supera y sólo sé que quiero que lo hablemos. Y ni siquiera tengo claro el porqué; sólo estoy seguro de que necesito que me respondas a una pregunta:

-Marco, ¿qué pasó ayer?

El comienzo


"-He visto en tu lengua dos manecillas. He visto en tus dientes los engranajes y, en tus labios, las mejores correas. En tu boca, el tiempo está suspendido y me absorbe, lentamente. Todo tú eres boca: el tiempo que transcurre entre el primer beso y la muerte, total, definitiva.

¿Y qué más da?

Nosotros lo hemos vivido todo. Nos hemos visto caer en las peores trampas y, espalda contra espalda, hemos luchado contra el mundo. Me has acompañado en los mil viajes que he querido hacer, sin que ni siquiera lo peor -tu enfermedad, esa enfermedad maldita- lograse detenerte.

Nos queríamos, Isabel. No; nos queremos aún. No me importa que digan que estás... Que no vas a estar más. Tú y yo sabemos que no es cierto.

Ayer noté cómo me acariciabas el pelo. No pude dormir, Isabel. La casa se me hace tan grande ahora; las paredes parecen querer aplastarme con su soledad terrible, y yo no me entiendo, no entiendo nada ya.

No pude dormir, pero cerré los ojos para que no te preocupases por mí. Mis lágrimas se durmieron sintiéndote, pero yo...

Esa última noche, te apreté las manos con fuerza, contra mi pecho. Quería que me sintieses a tu lado, que no te fueras. Tus manos, esas manos pecosas, de niña valenciana; de mujer tozuda, valiente, descarada y dulce. Tus manos marcadas por el paso de los años, por las batallas que tuvieron que librar.

Me aferré a ellas como si fueran el último vestigio de lo que nos había unido durante décadas, desde que nos conocimos. Lo hice, sí. Me temía que no fuera a ser capaz de despedirme, llegado el momento. Que no tuviera el valor.

Y, entonces, tú abriste tus ojos una vez más, y una de tus manos se deslizó hacia mi mejilla. La noté húmeda, y me di cuenta de que estaba llorando. Tu boca se movió ligeramente, y yo sentí que las palabras se formaban en mi estómago, al ritmo de unos latidos -los tuyos o quizá los míos-. Pum-pum, pum-pum, pum-pum:

-No tengas miedo, Alarcón..."

Fragmento de Fotografías de la eternidad, capítulo 4. Por Víctor Ballester.

La historia interminable

Ayer me senté en el balcón, por la noche, antes de irme a dormir. Como siempre hago. Me lié un cigarrillo, con calma, y lo encendí cuando ya colgaba de mis labios. Lentamente, saboreándolo. Luego saqué mi iTouch, e intenté escribir algo. Algún poema corto, algún inicio de capítulo.

Algo que lograse decir algo.

No conseguí escribir ni una sola palabra. Estoy preocupado, la verdad. Es la primera vez que me pasa algo así. Empecé a teclear una frase:

"Tú tienes el tiempo jugando entre tus labios,
como la saliva que me da la vida..."

Y, de repente, dejé de hacerlo. Me quedé mirando fijamente a la pantalla, y cada palabra se convirtió en un pozo sin fondo ni significado.

Nada tenía ningún sentido. Nada me decía nada.

Me he dado cuenta de que, aunque la imagen esté aquí, dentro de mí, me falta un espejo en el que reflejarla para poder sentir que ese tiempo, jugando en la boca de un chico, es real. Que existen esos labios que poseen tanta fuerza como para detener todo lo demás.

Hoy por hoy, la cosa pinta mal. Lo más parecido a una boca de ensueño es la del metro, cada noche al volver a Badalona; y, a pesar de adorar el hecho de atravesarla y notar que ya estoy más cerca de casa, no acaba de cumplir con mi prototipo de hombre ideal.

No sé, las cosas se me complican por momentos. Son tonterías, hay mucha gente que estudia y trabaja a la vez y tienen que dar para todo, ya lo sé; pero no es mi caso, y en mi mundo falta algo, algo que, desgraciadamente, no volveré a tener nunca más.

Quizás fue mi culpa, por dejar que se fuera. Pero lo echaré siempre tanto, tanto de menos...
 
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